lunes, 8 de marzo de 2004

Crónicas jordanas II

Quien diga que no hay querencia
que le pregunte a la ausencia.


Buena tarde,
Prosigo el relato de mis hazañas donde lo dejara la vez pasada. A la mañana siguiente de mi primera noche en Amman me pasó a buscar Omar Sharif(1) a las 8:30 de la mañana para ir a una reunión con los de Jordan Telecom. Era domingo, pero estos infieles no respetan el día del Señor y hasta son capaces de comer asados en Semana Santa. El camino era bastante largo, Telecom queda un poco en las afueras, por donde el Diablo perdió el poncho. Yo ya me estaba haciendo un poco de problema, porque ya me habían adelantado que me iban a dar un coche para usar, así que ya veía que la próxima me las iba a tener que arreglar yo sólo para encontrar el camino entre tantas autopistas, puentes y cruces todos iguales. Intenté retener toda la información que pude pero, al llegar, me di cuenta de que estaba en blanco. Igual pasé el día ahí con los de Telecom y a la vuelta me tomé un taxi, con otro taxista árabe, para ir hasta la oficina de Alcatel. Ahí me dieron el coche y un teléfono móvil para usar. Al coche había que cargarle combustible y Salama me explicó, a su manera, como llegar hasta la estación de servicio, y me fui. Nomás subir al coche, noté una particularidad en la palanca de cambios: no tenía la clásica disposición en H, como todo el mundo conoce, sino que era lineal; y, para aumentar mi asombro, las posiciones se denominaban: P - R - N - D - 2 - 1. Me acordé de Homero Simpson cuando se compra un auto usado y las posiciones venían todas en letras rusas, y cuando le pregunta al vendedor de qué país era ese coche éste le contesta: "ya no existe". Lo siguiente que intenté hacer fue pisar el embrague para probar los cambios, pero estaba muy duro y tanteando con los pies, me pareció notar otra anormalidad, por lo que me incliné a mirar y me volví a sorprender cuando conté sólo dos pedales. Ahí sí me di cuenta casi al instante de que se trataba de un coche automático, así que me dispuse a experimentar, a ver si conseguía manejarlo. La palanca de cambios estaba en P, por lo que supuse que ese sería el punto muerto. Se me ocurrió que lo más lógico era empezar por el 1, así que puse el coche en marcha y llevé la palanca a la posición 1. Sin hacer yo nada más se empezó a mover. Pisé el acelerador y se movió más rápido. El problema fue cuando quise frenar. Me llevó varios topetazos, y unas cuantas puteadas en árabe de mis vecinos de atrás, reprimir el reflejo de pisar el embrague antes de frenar, con el resultado de que, en realidad, estaba pisando el freno y clavándome en seco para sorpresa de todos. Al final ya me hice a la idea de que el pié izquierdo, no sólo era inútil, sino que lo mejor era que no estuviera, y lo doblé abajo del asiento lo más que pude. Sólo era cuestión de arreglárselas con el derecho para acelerar y frenar. Cuando conseguí una velocidad adecuada, lo puse en 2, y así fui andando bastante bien(2) . Después de un rato de andar, siguiendo las indicaciones de Selene, no sólo no encontré la estación de servicio sino que comprendí que me hallaba perdido. Es que acá hay calles, rutas y avenidas casi todas curvas, que suben y bajan y si la cagás es casi imposible retomar por donde venías. Después de mucho andar (temiendo todo el tiempo que se me acabara el combustible y cómo hago acá para llamar al ACA) y preguntar a varios árabes, llegué, al menos, a la oficina de Alcatel. Donde le pedí a Semele explicaciones más precisas, después de las cuáles sí conseguí llegar por fin a la mentada estación. A la vuelta ya no me importaba tanto perderme porque igual no corría el riesgo de quedarme varado, así que me lo tomé con más calma y, después de varios rodeos, finalmente llegué.

Al otro día tenía que volver a Telecom, ya por mis propios medios, y no podía dejar de pensar que si me perdí para encontrar una cutre estación de servicio, me podía llegar a perder de por vida intentando llegar a Telecom. Por suerte, como primero tenía que pasar por Alcatel, Samala me dijo que lo siguiera que él iba para ahí. O no tanta suerte, porque después me di cuenta que agarró por un camino completamente distinto al que había hecho con Omar Sharif, lo que terminó por desorientarme por completo. La cuestión fue que salimos juntos de Alcatel y yo debería seguirlo. Fue no más subirme al coche, ponerme el cinturón y, cuando miré para adelante, ya no había ni rastros de Sasasa. Ni la nube de polvo quedaba. Me apuré todo lo que pude, doblando en un par de calles medio por instinto y, al salir a una principal, allá lo vi, chiquito en la distancia y perdiéndose detrás de una loma. Ahí me jugué, puse la palanca en la D y le metí a fondo, pero no era fácil, el guacho parecía que quería perderme a propósito y se escabullía entre micros y camiones. En un momento llegué a dudar de si lo estaba siguiendo a él o a otro coche, pero al fin llegamos. La cuestión fue que con tanto apuro y preocupación en no perderlo, no pude atender al camino, y así fue que estaba otra vez ignorante por completo sobre cómo llegar hasta ahí.

Después de pasar el día en Telecom, llegó el momento de volver al hotel, sólo que tampoco sabía cómo hacerlo. Le pregunté a algunos de los telecómicos árabes que estaban ahí y tampoco lo tenían muy claro, hasta que apareció uno parecido a Horacio Salgán que me dijo que él iba para allá y que si lo llevaba me indicaba. Nos fuimos despacito, como quien dice a fuego lento, y así llegamos.

Al otro día ya no había vueltas, tenía que llegar yo sólo a Telecom. Pasé por le de Salaza, como quien no quiere la cosa, con la excusa de que me tenía que dar el cargador para el teléfono (que era cierto, pero tampoco era tan urgente) y gracias a Alá, me preguntó si estaba seguro de cómo llegar. Le contesté con toda franqueza con un No rotundo y entonces se aplicó a hacerme en una hoja un bosquejo del camino a recorrer, que, según él, era muy fácil(3) . Me comenzó a dar un poco de desconfianza que mientras él dibujaba, yo mismo tenía que ir haciéndole ciertas correcciones, que él aceptaba sin chistar, por lo que el dibujo quedó pronto lleno de borrones y tachaduras. Así y todo, era lo mejor que tenía, y con eso me fui, sintiéndome un poco más seguro; después de todo, entre el bosquejo de Saluzi y el vago recuerdo del vertiginoso viaje del día anterior, algo iba a poder hacer. Sin embargo, al poco de salir, me di cuenta de que ambas cosas, bosquejo y recuerdo, diferían en puntos sustanciales, como ser, por ejemplo, si doblar a la izquierda o a la derecha. No sabiendo de qué desconfiar más, no me quedó otra que ir probando, y así, después de algunas horas, llegué por fin a Telecom.

Y más me valía que ahora sí hubiera aprendido bien, porque esa noche tenía que ir a hacer el trabajo por el que vine hasta acá, y si no llegaba, ahí si que se armaba. Salí con más de una hora de adelanto, por si me perdía, pero llegué bastante directo, así que tuve que esperar en la puerta, ante la mirada atenta y desconfiada de un agente de seguridad árabe que no hacía más que pasarse por delante de mí todo el tiempo y hacerme preguntas en árabe que yo le respondía en español, para que se jodiera él también. Al final, llegaron los de Telecom, con Horacio Salgán y todo, y estuvimos trabajando toda la noche y parte de la mañana, sin privarnos de algunas interesantes complicaciones que mantuvieron animada la noche. Por último, y como diría LMV, nos retiramos de la central con todos los sistemas estables a las 8:00 am.

Al otro día ni aparecí por la central, me levanté al mediodía y me fui a dar unas vueltas con el coche, a perderme pero con tiempo, a ver qué veía. Así llegué a un anfiteatro romano, que dicen que es uno de los mejor conservados del mundo. A lo lejos, sobre una loma, se veían también las ruinas de un templo romano que me habían comentado, pero nunca conseguí llegar hasta ahí. Las calles parecía que iban para ahí pero después se iban doblando de a poco, sin que uno lo notara, de manera que uno terminaba en otro lado, viendo el templo siempre a lo lejos. No sé si alguien habrá llegado alguna vez ahí, pero debe ser, porque he visto algunas fotos sacadas de cerca. También vi de lejos un par de iglesitas católicas, que desentonaban un poco entre tanta mezquita, pero tampoco conseguí alcanzarlas. Al final me cansé de dar vueltas y me volví al hotel, donde pasé el resto del día leyendo y durmiendo, que son, por lo que he visto hasta ahora, las dos actividades más practicadas en Amman.

El jueves pasó sin pena ni gloria y hoy viernes es feriado, (parece que tienen un corrimiento de dos días acá). Igual pedí por favor que me dejaran venir a Telecom, así por lo menos puedo mandar algunos mails y boludear un poco en internet, ya que recién viajo de vuelta a Paris a última hora.

El resto del día lo dedicaré a perderme un poco más por las calles y rutas jordanas, a despedirme de Senasa y Omar Sharif y a preparar mi vuelta a la ciudad luz, pensando ya en irrumpir en la milonguita del sábado, después de ocho días de abstinencia.

Bueno, saludos a todos y hasta pronto,

Diego.
--------------------------
1 Según me enteré más tarde, Omar Sharif es el Jefe de Relaciones públicas de Alcatel Jordania. Jefe de nadie, porque, que yo sepa, ahí están nada más que él, Salumi, y una mujer con pañuelo en la cabeza que no se sabe lo que hace. Al Gran Wyoming no lo volví a ver, así que no cuenta.

2 Más tarde seguí experimentando y descubrí que R es la reversa, como era de prever, y también probé de ponerlo en D, que en alta velocidad funciona bien pero se comienza a achanchar un poco y hay que volver a 2. Sin embargo, todavía nunca me animé a ponerlo en N, y es que la N viene como inscripta dentro de un cuadrado, que no sé lo que significa, pero esa diferenciación me genera un poco de desconfianza.

3 Susuki es una persona muy graciosa, si no fuera porque esa manera de ser tiene a menudo consecuencias perniciosas para uno; pero si uno pudiera abstraerse de esto y mirarlo desde otro un punto de vista, se lo pasaría a lo grande en su presencia. Es muy atropellado y para él siempre está todo bien. El día que no le funcionaba la red en su oficina probaba mil y una soluciones distintas, y encaraba cada una con tanto entusiasmo como si estuviera seguro de que esa sería la solución definitiva. Sus frases favoritas son "don´t worry", "It´s okey", "It´s easy"; aunque cualquiera pueda ver claramente que la realidad dice muy otra cosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario