lunes, 23 de julio de 2001

Crònicas sitgetanes

Salute a la barra!

En vista de que en Pamplona no me cogió ningún toro, el fin de semana me fui a Sitges, donde el panorama parecía ser más prometedor. Lo cierto es que el lugar tiene su fama, y hay que decir que en todo momento los alegres muchachos se encargan de mantenerla viva. Por esta razón vengo soportando desde hace un tiempo toda clase de comentarios malintencionados, pero la verdad es que mi interés era simplemente pasar un fin de semana en la playita y asistir al festival de tango que se estaba desarrollando en esos días, aunque no necesariamente en ese orden.

La verdad que el fin de semana empezó de culo, pero al final terminó bien. Salí en tren y llegué a Sitges a eso de las nueve y media de la noche, con la clara intención de ir esa misma noche al festival, del que había perdido ya dos noches. El primer problema que se me presentó fue que no me había llevado anotado el lugar donde se hacía, por lo que no sabía a dónde ir. Pero no me desesperé, porque pensé que en cuanto llegara al hotel me iban a dar toda la información necesaria y listo. Sin embargo, al solicitarle esta información al recepcionista me miró desconcertado diciendo no saber nada de ningún festival de tango. Ahí comencé a preocuparme un poco. En vano agoté diarios, revistas, programas de actividades culturales, etc, esperando encontrar algo, pero nada. Al final me cambié y me decidí a ir al centro a ver qué encontraba, e hice llamar un taxi, porque encima el hotel estaba muy bueno pero quedaba a tomar por culo del centro. Al subir al taxi le dije al chofer, ya algo decepcionado: "¿No que usted tampoco sabe nada de ningún festival de tango?", a lo que el tipo me respondió: "¿El festival de tango? Claro, ahora lo llevo". El viejo parecía muy seguro así que me tranquilicé. Al rato me dice: "Bueno, lo dejo acá y se va caminando unos cien metros por esa calle y pregunta por allí". Ante esa vaguedad de información mi preocupación volvió a renacer y terminó de tomar cuerpo cuando al llegar al lugar, o mejor dicho, a la zona que me había indicado el viejo, no encontré nada ni nadie a quien preguntarle. Puteadas al viejo. Al final me largué a caminar a ver qué encontraba con la única pista de que esa noche había organizado un baile en la playa y con el vago recuerdo del nombre del hotel donde se organizaba el festival, que no lo recordaba pero esperaba reconocerlo si lo veía. Así que bajé a la playa y caminé todo el paseo marítimo de una punta de Sitges hasta la otra. Al llegar ahí me sale al cruce un flaco todo vestido de negro que me dice (sic.): "Disculpá, che ¿no sabés donde se hace el festival de tango?". La tranquilidad de no ser el único boludo me dio fuerzas para seguir buscando. Entre los dos fuimos caminando otra vez el paseo marítimo de vuelta, preguntando en todos los restorants y hoteles y recibiendo constantemente negativas. Al llegar a la otra punta entramos a un hotel y preguntamos más o menos así: "Dígannos la verdad, ¿no es cierto que ustedes no tiene ni la más mínima idea de dónde se hace el festival de tango?", a lo que nos respondieron: "Claro, el festival de tango. Ahora os indico". El recuerdo del viejo revivió en mi memoria y ya me estaba por ir, pero en eso el tipo saca una mapa y comienza a marcar cosas con una birome. Este soporte cartográfico me dio más confianza, por lo que presté atención. Nos explicó que el hotel donde se organizaba era el Antemare y que quedaba, por su puesto, en la otra punta de Sitges. Nos fuimos caminando otra vez hasta el hotel pero ya con la seguridad de ir sobre una pista firme. Al llegar aquí le preguntamos al recepcionista dónde se hacía el festival esa noche, y por las explicaciones que nos dio, notamos enseguida que quedaba, como no podía ser de otro modo, en la otra punta de Sitges. La gente ya nos saludaba al vernos pasar y algunos nos tiraban monedas de cinco duros. Finalmente, guiándonos por el mapa, llegamos a un lugar que quedaba, casualmente, a unos veinte metros de donde me había dejado el viejo, pero ya era tarde para quejarse (a todo esto ya eran más de las doce de la noche y festival empezaba a las once). No más acercarnos percibimos el inconfundible sollozo de los bandoneones y nos dirigimos raudamente hacia la entrada con una ansiedad incontenible. Grande fue nuestro pesar cuando nos informaron que ya no quedaban entradas para esa noche y que no había ninguna posibilidad de entrar. Intenté conseguir al menos para la noche del sábado, pero también estaban agotadas. Había gente que había reservado sus entradas desde varios meses antes y nosotros pretendíamos conseguirlas en el momento. Sólo quedaban algunas para la noche del domingo, que era justo cuando yo ya me iba. Desilusión total. El tipo nos conformó diciendo que a eso de las tres de la mañana eso terminaba y se iban todos a bailar a la playa, así que en esa nos podíamos prender. Mientras tanto nos fuimos a tomar unas cervezas por ahí para hacer tiempo y ver un poco el ambiente de la noche de Sitges, que merece un capítulo aparte, es mas o menos como el Morocco pero en toda la cuidad. Al dar las tres de la mañana nos fuimos yendo para esto de la playa. Yo quise volver a pasar por donde se había hecho el festival para ver para dónde iba la gente, no se cosa que otra vez perdiéramos la pista. Al llegar aquí me encontré a una mujer conocida de Madrid, la cual, al contarle mis cuitas, me dice: "¿A ti te interesaría conseguir una entrada para mañana?", "¡Más bien!" le respondí yo, con otras palabras pero con la misma ansiedad. Entonces me contó que una amiga de ella había sacado la entrada pero no iba a ir porque no se que coño le pasaba, la verdad es que el resto de la explicación ni la escuché, lo importante era que estaban dispuestas a venderme al costo una entrada para el sábado. El problema era que en ese momento no la tenían, por lo que quedamos para encontrarnos al otro día en la playa para realizar la transacción. Después de esto fuimos al baile de la playa, que era algo totalmente improvisado: Un tipo llegó con un grabadorcito a pilas y dos o tres discos y hala! a bailar!. Tan poca potencia tenía el grabadorcito que había que bailar sin alejarse más de dos metros del mismo para pretender escuchar algo. Se oían más los ruidos de los zapatos contra el piso que la música. Ahí me quedé mas o menos hasta las seis, cuando ya estaba empezando a amanecer, porque al otro día había quedado a las once en la playa y lo único que faltaba era que me quedara dormido.

El sábado bajé a la playa al sitio convenido y estuve esperando un buen rato, durante el cual la preocupación volvía a aparecer de a ratos. Pero al final aparece la mujer esta y me dice: "Ven, estamos por allí" y me llevó a un lugar que quedaba como a cincuenta metros de donde ella misma me había dicho que iban a estar, hay que joderse! Lo importante fue que al final me vendió la entrada (después de pasar un momento de zozobra durante el cual la buscaba en un bolso sin encontrarla durante un buen rato) por lo que pasé el resto del día en total tranquilidad y hasta me fui a dormir un rato para no estar tan cansado.

Esa noche aparecí por el festival a las once menos cuarto, ya que había que hacer una pequeña cola, y entré como un duque, como si hubiera sacado la entrada dos meses atrás. Yo me había informado de que el viernes iba a tocar una orquesta y el sábado iba a haber varias exhibiciones de baile, pero debido a un cambio de programa se pasaron las exhibicones para el viernes y la orquesta para el sábado. Mejor, pense yo, porque con las exhibiciones no se puede bailar y con la orquesta sí; además a Sotto estoy podrido de verlo. Y esta opinión se reforzó cuando me enteré que la orquesta era El Arranque (envidie, morocha). Hicieron dos entradas en las que tocaron todo su selecto repertorio. El baile estaba bastante bueno. Había mucha gente conocida de Madrid y también muchas francesas y alemanas, y se podía bailar bastante bien. Al final nos fuimos todos otra vez para la playa a seguir bailando al son del grabadorcito. Esta vez me quedé hasta el final, que fué como a las ocho de la mañana. Ya se había ido hasta el dueño del grabador, que pidió que después se lo hacercaran al hotel, y quedamos unos pocos. La verdad es que estar bailando al amanecer frente al mar es algo muy fuerte, encima, en el momento justo en que empezó a clarear, empezóa a sonar El Amanecer, de Roberto Firmo, con los pajaritos y todo. Al final nos tuvimos que ir porque el sol ya picaba mucho sobre la ropa negra.

Esa noche (o mañana) dormí sólo dos horas porque ya tenía que dejar el hotel, así que dejé el equipaje en la recepción y me fui a la playa todo el día hasta las nueve de la noche que tenía que ir a tomar el tren. Al final quedé bastante quemado por el sol y cansado de ver tetas. Me duché en esas duchas de la playa, me cambié más o menos y me fui a tomar el tren. Por suerte había sacado litera, por lo que pude dormir cómodamente durante todo el hasta Madrid. Llegué a las ocho de la mañana y solo tuve tiempo para ducharme y salir para acá.

En fin, aparte de los problemas del principio, el resto del tiempo la pasé bastante bien. Por cierto, al flaco que encontré la noche del viernes no lo vi nunca más, no se qué habrá sido de él. A lo mejor el sí se encontró algún muchacho alegre que lo llevó a conocer la noche de Sitges.

Bueno, saludos a todos y hasta la próxima,

Diego.

lunes, 9 de julio de 2001

Crónicas pamplonesas

Hola a todos,

Como algunos ya sabían, el fin de semana fui a San Fermín y, como ven, sobreviví para contarlo. Salimos con mi compañero el viernes por la noche y llegamos a Pamplona a eso de las dos y pico de la mañana, cuando la celebración estaba en su apogeo. Aunque después comprobé que no era que estubiera en su apogeo, sino que así se vivía ahí las 24 horas del día. Llegamos a un lugar donde había montada como una kermese con juegos mecánicos y todo eso, y además, varios puestos de las distintas comunidades donde vendían comida y artesanías y esgrimían pancartas con consignas políticas, de las que entendíamos poco porque estaban todas escritas en vasco o navarro o el idioma que sea que usen ahí. Toda el área estaba habitada por gran cantidad de borrachos, muchos en muy mal estado, que no tenían problemas en vaciar sus aguas en cualquier momento y lugar, por lo que era frecuente tener que vadear continuamente pequeños arroyuelos que discurrían por aquí y por allá, enriqueciendo notablemente la fisonomía del paisaje, aunque afectando un poco la salubridad del ambiente.

De aquí partimos después de un rato, buscando mejores aires, y llegamos al casco antiguo, donde el ambiente era más o menos el mismo, pero represantado sobre las pintorescas callecitas antiguas del pueblo. Era increíble la cantidad de gente que había por todos lados, nunca vi tanta gente junta vestida de la misma manera, ya que todo el mundo iba mayoritariamente de blanco y con su infaltable pañuelito rojo al cuello. Yo no quise ser menos, sólo que pantalón blanco no tenía y la única remera blanca que conseguí es una que tengo con la cara de Gardel. Con eso y un pañuelito que me compré me acerque bastante a la indumentaria oficial. Así, esquivando borrachos y vadeando arroyos, se fue haciendo la hora del amanecer, así que nos fuimos acercando a la plaza de toros para tener una buena ubicación para ver el encierro. Cuando llegamos estaban armando la vallas de madera que levantan en las calles por donde van a pasar los toros. Poco a poco se fue llenando de gente hasta que nos vimos rodeados por una multitud. Al final terminaron de armar la valla pero tanta era la gente que aunque habíamos llegado temprano no se podía ver nada. Nos dimos cuenta de cuándo pasaban los toros por los gritos de los demás. Yo creo que llegué a ver unas manchas medio marrones discurriendo entre la gente que corría, pero ya no se si fue cierto o lo imaginé. Al final la gente se fué, desarmaron todo y aquí no ha pasado nada, así que nos fuimos por ahí a tomar algo y después anduvimos toda la mañana de un lado para el otro sin saber bien qué hacer. En un momento nos tiramos a dormir en una plaza pero nos rajó la policía. En ese momento del día notamos un cambio en cuanto a le gente circundante con respecto al día anterior. Los borrachos ya estaban tirados por los portales o donde los encontró el sueño y las que salían ahora eran las familias del lugar, quienes parece que se toman muy en serio el festejo este, ya que desde el primero hasta el último salían vestidos de blanco de pies a cabeza y con pañuelo y faja rojos. Hasta los bebés iban así disfrazados, e incluso hemos visto algunos perros que no se substraían a esta tradición. Al final fuimos a comer algo y a media tarde ya nos volvimos, porque nos nos convencía mucho la idea de pasar otro día entero yirando por ahí sin dormir o durmiendo en las plazas repletas de arroyuelos.

Así que la siguiente noche ya la pasamos en Madrid, durmiendo como se debe, estrenando nuestro departamento, y ayer domingo anduvimos paseando un poco por la ciudad. A la tarde me invitaron a una milonga en el hotel Ritz, que fue, por lo menos, una oportunidad para ver de adentro ese hotel que es de un lujo extraordinario. La milonga no era gran cosa ya que había muchos invitados, parejas y yo que se, pero poca gente para sacar a bailar, pero el lugar era espectacular. Para bailar bien voy a tener que esperar hasta esta noche, o si no hasta mañana, o si no hasta el jueves, etc, etc. aunque en un ambiente algo más modesto.

Bueno, besos y abrazos para todos y hasta pronto,

Diego.