lunes, 3 de septiembre de 2001

Crónicas Galegas

Qué hay, cómo la llevan?

El fin de semana pasado no hubo crónicas porque no hice ningún viaje, sino que me quedé por Madrid y nos juntamos con los de tango en una casa a hacer unas empanadas criollas que causaron sensación, y por si eso fuera poco, las acompañamos con unas Quilmes, logrando así una combinación rayana en la perfección. Ahora el próximo desafío es hacer un matambre, así que la cosa se va complicando. Yo nunca hice ninguno y mi temor es que se desate mientras está hirviendo y pase de ser un matambre a ser un puchero.


Bueno, ahora paso a relatar lo del último fin de semana. Salimos el jueves a la tarde en un auto de alquiler con rumbo norte, amenizando el viaje con un cassette de los Doors. Pasamos por la ciudad de León, donde estuvimos más o menos una hora recorriendo sus calles y visitando la catedral, que es para 'flipar a colores', como dicen estos. Está llena de vitrales de todos colores que se iluminan a la luz del sol formando un espectáculo 'flipante'. De ahí seguimos hasta Asturias, pasando por Oviedo, donde dimos unas vueltas con el auto pero no nos demoramos mucho porque no vimos nada demasiado interesante, y según nos comentaron después, no lo había. Después llegamos a Gijón, ya casi de noche, por lo que ahí buscamos un hotel para pasar la primera noche. Recorrimos un poco la ciudad, a pesar de que llovía un poco, y no estaba tan mal. Es una peninsulita rodeada de mar por todos lados y de calles finitas, como casi todas las ciudades antiguas. Ahí la onda es chupar sidra, pero la sidra no viene gasificada como la comercial, sino que tiene una efervescencia natural que se activa al servirla, lo cual es todo un espectáculo: el mecanismo consiste en sostener un vaso con una mano cerca del suelo, mientras que con la otra mano se sostiene la botella lo más alto que se pueda. Una vez en esta incómoda postura, hay que dejar caer la sidra por una pequeña abertura en el pico de la botella. Después de recorrer la distancia existente entre la botella y el vaso, y gracias a la fuerza de gravedad, la sidra llega al vaso con la fuerza suficiente para lograr la efervescencia. En este momento no hay que perder más tiempo y mandarse el vaso a bodega de un saque, ya que si se dejan pasar unos segundos se vuelve a perder la efervescencia. Después de la segunda botella comenzamos a reflexionar a fondo sobre el tema de la sidra, llegando, por ejemplo, a la conclusión de que en el espacio, al no haber gravedad, no se podría beber sidra y que esta y no otra es la razón por la cual no hay astronautas asturianos.

Al otro día salimos temprano con rumbo oeste. Pasamos por Avilés y después por unos cuantos pueblitos que hay sobre la costa del Cantábrico hasta llegar a Galicia, escuchando todo el tiempo un cassette de Sumo (combinación interesante si las hay). Paramos en el cabo de Bares, que es según el mapa, el punto más nórdico de España. Había un castillito que estaban remodelando desde el cual había un hermosa vista al mar y las costas aledañas. De ahí seguimos hasta Ferrol y La Coruña, donde paramos un rato para recorrer la ciudad. Desde ahí apuntamos tierra adentro hasta Santiago de Compostela, donde pasamos la siguiente noche. Entramos a Santiago escuchando un cassette de Sandro, circunstancia que no se debe haber dado muchas veces en la historia desde la época del apóstol hasta el presente. Esta ciudad nos gustó mucho porque se ve bien antigua y tiene grandes monumentos como la catedral, que es una de las mejores que hemos visto. Acá la onda es ir en plan peregrino y según dicen, llegan personas de toda la península e incluso de Francia que hacen a pie el camino de Santiago. Todos van andando con un báculo en la mano, que parece que es el símbolo de Santiago, ya que en todas las tiendas de recuerdos se venden báculos de todos los tamaños y variedades.

Al día siguiente encaramos otra vez para la costa para recorrer las rías de Arosa, llegando además a cruzar a la Illa de Arosa mediante un puente que la une a tierra firme. Después estuvimos recorriendo otros pueblitos de la zona hasta que llegamos a Pontevedra y después a Vigo, donde paramos un rato a recorrer la ciudad. A partir de este punto empezamos como quien dice a pegar la vuelta y llegamos ese día hasta Orense, donde pasamos la noche. Orense también tiene algunas construcciones antiguas y hasta un puente romano sobre el río Miño. Al otro día seguimos viaje hasta Madrid, escuchando todo el tiempo un cassette de heavy metal que se compró Lucho en una estación de servicio al costado de la ruta. Paramos en Tordesillas, pero no hicimos ningún tratado, sólo nos limitamos a comer y a recorrer un poco el pueblo, que es chico pero pintoresco. Después de esto sí ya le pegamos derecho hasta Madrid (escuchando la radio, porque de cassettes ya teníamos bastante), donde llegamos un poco más que justo a devolver el auto sin que nos cobraran un día más (lástima, porque yo ya pensaba de última quedármelo esa noche también e ir a la milonga en auto, pero al final tuve que ir en metro como siempre).

En fin, ese fue el fin de semana. Ahora mi problema es que tengo que cortarme el pelo y tengo miedo de quedar como Manolito. No creo que me siente muy bien el bestia-look.

Un abrazo a todos y hasta pronto,

Diego.