lunes, 13 de agosto de 2001

Crónicas castellano-leonesas

Buenas, gentuza,

Reaparezco después de algunas semanas de silencio debidas a que no tenía mucho para contar, ya que estuve más que nada por Madrid, yendo a la pileta y esas cosas. Las únicas cosas más o menos interesantes durante este tiempo fueron la visita al palacio de San Lorenzo del Escorial (que tiene forma de parrilla para conmemorar el martirio de San Lorenzo, que lo hicieron vuelta y vuelta como un Paty), al Valle de los Caídos y al Palacio Real, que me queda a la vuelta, y es de un lujo ya algo exagerado.

Este fin de semana que pasó estuvo un poco mejor. Empezamos el viernes a la noche yendo a comer ( o a cenar, para ser rigurosos) con Lucho al restaurante Botín, que ostenta el título de ser el más antiguo del mundo, según el libro Guinness. De ahí nos fuimos a recorrer los barsuchos del centro, recalando siempre en La Fontana de Oro, bar que dio nombre a una novela de Benito Pérez Galdós y que también tiene su historia. A partir de ahí, mis recuerdos cesan hasta el mediodía siguiente. Curiosamente a Lucho le pasa lo mismo. Lo primero que pensamos fue en un ovni, pero ya lo descartamos. Creo, eso sí, que volvimos por separado. Lucho, por ejemplo, no recuerda cómo consiguió abrir la puerta de abajo de edificio, porque siempre en condiciones normales se le traba la llave y le cuesta un rato abrir; sin embargo ambos coincidimos en que el vidrio de la puerta parece nuevo y Lucho asegura haber descubierto, al día siguiente, restos de vidrio molido en su pelo.

Al otro día, ya recuperado, me fui otra vez a la pileta, y más tarde me encontré con unos amigos de la milonga que se juntan a bailar en la glorieta del parque del Retiro. Uno se había llevado un grabadorcito a pilas y estuvimos bailando ahí desde las siete u ocho de la tarde hasta eso de las doce de la noche. De ahí nos fuimos a la zona de Lavapiés, donde había montados gran cantidad de puestos callejeros de comida, juegos, etc, porque se celebraban las fiestas de San Lorenzo (había gran variedad de carne a la parrilla). Había muchísima gente y anduvimos dando vueltas por ahí un rato. Al final nos fuimos a seguir bailando al templo de Debod, un templo egipcio que plantaron en medio de un parque que da a un barranco, desde donde hay una amplia vista a una parte de la ciudad.

Al otro día (domingo) quedamos con Lucho para hacer una excursión a Ávila y Segovia (ahora se entiende lo de castellano-leonesas). Sacamos un tur que nos llevó, nos paseó por las dos ciudaddes y nos trajo de vuelta antes de que nos enteráramos, pero por lo menos no nos perdimos. Primero fuimos a Ávila, ciudad de santos, según dicen. Está completamente rodeada por una muralla y conserva el estilo medieval. Parece que fueron muchos los santos que nacieron ahí, la más famosa es Santa Teresa de Jesús, que tiene una iglesia propia con una imagen muy grande que la sacan en procesión cada tanto. Parece que esta santa nació en Ávila pero tuvo el descuido de morir no sé si en Salamanca o algún otro lugar por ahí, lo que dio lugar a una disputa para ver dónde iba a quedar al fin la desorganizada santa. Al fin parece que dejaron que fuera un tiempo a Ávila pero con la condición de que la devolvieran cumplido el tiempo estipulado para el préstamo. Los avileños la devolvieron aunque no completamente, ya que antes, ni lerdos ni perezosos, le amputaron un dedo, y encima justo el del anillo. Lo peor es que no sólo cuentan este hecho orgullosamente, sino que exponen el dedo en una cajita a todo aquel que quiera verlo y fotografiarlo. Ya a estas alturas me extrañó que no vendieran souvenires con forma de dedo, para usar de llavero o colgar del espejito del auto.

Nos fuimos de Ávila con las manos adentro de los bolsillos y al rato llegamos a Segovia. Lo primero que se ve de lejos es la cúpula de la catedral, que la llaman 'la dama de las catedrales españolas' ya que, según dicen, de lejos parece una dama con un amplio vestido. A mi no me pareció, pero no quise contradecir una opinión tan antigua y generalizada. Después se ve el Alcázar, que parece el castillo de Disneylandia, y dicen que el finado Disney se inspiró en él para su castillo. Después vimos el famoso acueducto romano, una serie de arcos de piedra que alcanzan una gran altura y sobre los que pasa una canaleta que llevaba el agua de un apunta de la cuidad a la otra. También vimos la catedral por dentro, donde el guía se tiró hablando como una hora, todo para intentarnos convencer de que compráramos un libro, que al final vino a confesar que lo escribió él mismo, superando todas las bromas que estábamos haciendo nosotros al respecto. Después nos llevó a conocer el Alcázar por dentro, que está todo reconstruido porque un incendio no dejó nada, y tuvieron que volver a redecorar todo como era antes. Por lo menos se veía nuevito. Desde las ventanas y balcones del Alcázar hay una vista espectacular de todos los alrededores de Segovia, donde no dejan levantar ni un puesto de panchos para que la vista sea igual que en la edad media. Desde ahí se veía también un viejo convento templario, pero que lamentablemente no estaba incluido en la visita, según dicen por falta de tiempo, pero más bien debe ser para no poner en peligro el Secreto de la Orden.

Con esto terminó la vuelta, así que nos subieron al micro y nos dejaron de vuelta en casita, donde volví a encontrarme con el mismo desorden que había dejado a la mañana, ya que el mantenimiento del hogar, que empezó siendo una divertida novedad, termino por convertirse en una rutina insoportable, lo que a la larga, está comprometiendo gravemente la habitabilidad del lugar.

Bueno, eso es todo por ahora,
un abrazo a todos y hasta pronto,

Diego.

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